Había visto muchas veces esa botella, pero hasta este verano no descubrí qué es lo que había dentro de ella. «El único mencía dulce del mundo», según destacan desde Godelia. Esa frase llamó inmediatamente mi atención cuando eché un vistazo a la página web de la bodega, que acababa de cambiar su imagen y diseño. Hacía apenas un mes que ya se había despertado en mi el interés por las diferentes formas de elaboración de los vinos dulces, mientras preparaba el examen para la certificación internacional Wine and Spirits Education Trust (WSET) de nivel 2.
¿Cómo lo habrían hecho? ¿Interrumpiendo la fermentación? ¿Con una mayor concentración de azúcares en las uvas, ya fuera recogiéndolas sobremaduras o dejándolas secar (pasificar)? Las opciones de la podredumbre noble -que se utiliza en algunas elaboraciones con uva riesling, sémillon o chenin blanc, entre otras- o del ‘icewine’, con uvas congeladas, quedaban descartadas.
Así, la respuesta estaba en una combinación de la selección «de las mejores uvas de mencía sobremaduradas» en la viña y la «parada de la fermentación por enfriamiento a 5 grados». Según explican, este vino dulce natural de 100% mencía está elaborado con uvas procedentes de un viñedo propio con cepas de más de 80 años, con un suelo mezcla de elementos finos, cuarcitas y pizarras.
Tras la vendimia y el despalillado, se vinifica en depósitos de acero inoxidable. Allí, se realiza una criomaceración (5 grados) durante diez días y una fermentación controlada a 20 grados antes de interrumpir la fermentación por enfriamiento. A continuación, se realiza una maceración con los hollejos durante un mes. Por último, se pasa a las barricas de roble, donde es sometido a una crianza de unos ocho meses.
‘Libamus’ en la copa
Libamus. Su nombre nos recuerda a néctar, al libar de las abejas, y se presenta en una elegante botella ‘rhin’ de color caramelo, esbelta, alta y alargada. Con un etiquetado y una cápsula en tonos dorados, como el color de las hojas de la vid cuando llega el otoño. Al servirlo en la copa, cae limpio con un color rojo picota intenso, con una capa alta (no se ve a través de él), y al moverlo deja un rastro denso de lágrimas (o piernas, como dicen los ingleses con su expresión ‘wine legs’)
Estamos catando una botella de la añada 2009 que guardaba Miguel en el Gundín (C/Isidro Rueda 5, Ponferrada). En nariz produce una explosión de aromas intensos y ricos de frutos negros maduros, como moras o arándanos, y notas dulzonas de fruta seca, de tipo ciruela, uva pasa o higos. En boca, es dulce y concentrado, como mermelada o frutas en compota, con un paso aterciopelado. La acidez es equilibrada y los taninos desaparecen.
Con ‘Pour some sugar on me’ de Def Leppard
Admito que para el maridaje sonoro con Libamus ya tenía en mente una canción, ‘Pour some sugar on me’ de Def Leppard -y en concreto, el dúo que hace con Taylor Swift-. Es una canción que sigue siendo intensa y poderosa, como la mencía, y que se endulza con la voz de la cantante y compositora estadounidense. A eso le añadimos lo que dice su letra. La mencía también estaba pidiendo que alguien pusiera algo de azúcar en ella.
Pour some sugar on me,
ooh, in the name of love
Pour some sugar on me,
c’mon fire me up
Pour your sugar on me,
oh, I can’t get enough
I’m hot, sticky sweet from my head to my feet…yeah» Def Leppard
Pero no fue la única opción que se barajó. A otros compañeros de cata, el Libamus les pedía escuchar una canción como ‘Sunday girl’ de Blondie o el potente ‘Girls, girls, girls’ de Motley Crüe. Hasta alguien propuso el ‘Jolene’ de Dolly Parton o el ‘Sugar, sugar’ de The Archies.
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