El proyecto NIM, ‘ecopringados’ al rescate del viñedo viejo del Bierzo

El proyecto NIM, ‘ecopringados’ al rescate del viñedo viejo del Bierzo

Hace tres años Paloma García-Moreno Bascones desembarcaba en el Bierzo con una idea clara, recuperar el viñedo viejo y su paisaje. «Es nuestro patrimonio», defiende esta madrileña que, echando mano de su formación como ingeniera agrónoma y su experiencia en cooperación al desarrollo en varios países, puso en marcha la asociación NIM para desarrollar su proyecto. Un proyecto que ya trabaja en el rescate de 4,5 hectáreas de viñedo repartidas principalmente entre Villalibre de la Jurisdicción, Priaranza y Santalla, aunque también con algunas parcelas en San Juan de Paluezas y Paradela de Muces.

Y en esta ardua labor no está sola. A lo largo del año recibe a personas desde diferentes ciudades de España, que vienen a trabajar en la poda de invierno, en la poda en verde, en el desbroce, en la aplicación de tratamientos ecológicos y vendimia, extendiendo la forma de trabajo colaborativo habitual en los pueblos y en el mundo rural. Esas personas forman su «ejército» de ‘ecopringados’ (como ellos mismos se llaman desde que llegaron a colaborar en la primera poda) al rescate del viñedo viejo de la comarca y que ya suman más de un centenar de voluntarios de todas las edades como miembros de la asociación NIM.

Una de esas ‘ecopringadas’ es Bárbara, que lleva colaborando desde el principio con esta iniciativa. Hace unas semanas llegaba para ayudar en la poda en verde, implicando también a su pareja y a sus hijos, junto a otros amigos y sus niños. «Conozco a Paloma de toda la vida, el año pasado vinimos todas las amigas para ver sobre el terreno todo lo que estaba haciendo y nos encantó», añade Bárbara, que confiesa que desde entonces estaba deseando volver. «Ahora vinimos con los niños porque es importante que vean esto desde pequeños», apostilla.

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Paloma García-Moreno, la impulsora de la asociación NIM para recuperar el viñedo viejo del Bierzo. Foto: TQM
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Paloma muestra a dos ‘pequeños ecopringados’ cómo se debe hacer la poda en verde. Foto: TQM

Desde El Covallón al Palomar

En la viña del Tesedillo, los ‘pequeños ecopringados’ aprenden a hacer la poda en verde, a utilizar las tijeras para quitar las ramas que impiden que el racimo se airee bien -sin pasarse, dejando alguna hoja que lo proteja del sol en las horas de más calor- y evitar enfermedades como la tiña (oidio). Entre cepa y cepa, probar algunas uvas y descubrir en la pulpa la gran diferencia entre las de mencía y las de garnacha tintorera.

Pero antes de llegar a esa parcela, yo ya he recorrido con Paloma las otras viñas en recuperación que su proyecto NIM tiene en la zona, desde el paraje del Covallón al del Palomar. La primera parada, la viña de El Covallón. Allí están las plantas más viejas de mencía, unas 500, que llevan en ese lugar desde 1910, aproximadamente. Tiene muy poquita producción -entre dos, tres o cuatro racimos por planta-, pero resistió a la helada del 2017. «Está a unos 560 metros y es una de las más altas que tenemos junto a la viña de El Escambrón, que tampoco heló», nos cuenta Paloma.

Es un ejemplo de cómo se recuperan estas viejas cepas, de su resilencia y de su memoria, de cómo con unos pocos cuidados son capaces de volver a producir y una uva de calidad. Los cambios se notan año a año, tras el costoso trabajo de desbrozar, de «ir echando la planta para atrás», un poco de abono orgánico, aplicar algún foliar a base de algas para su nutrición y prevención de enfermedades y echar mano del caldo bordelés (un fungicida ecológico) y, en momentos puntuales, del aceite de naranja o de nim si amenaza la tiña. La poda en verde y el desbroce frecuente son «herramientas» indispensables para el cuidado de estas viñas.

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La viña de El Covallón, plantada en torno a 1910, en Priaranza del Bierzo. Foto: TQM
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Son cepas centenarias de El Covallón, con muy poca producción, entre dos y cuatro racimos por planta. Foto: TQM
Detalle de la mencía de El Covallón, pequeños y concentrados. Foto: TQM

Una viña yonki

Para Paloma este estilo de viñedo que ha estado tiempo abandonado y sin trabajar se recupera mucho más fácilmente que otras que nunca han estado desatendidas pero que han sido «sobretrabajadas» con herbicidas y funguicidas durante años. «Nos pasa con una viña en Paradela de Muces, muy trabajada con herbicidas y fungicidas, que está yonki perdida. Tiene unas producciones muy grandes que hay que ir recortando para equilibrar la planta. Es desesperante, el suelo está totalmente bloqueado, no crece ni un hierba», reflexiona.

Del Covallón nos vamos hasta Las Canales, aunque ella la llama la viña del cementerio -mucho más fácil de situar-. Con 5.000 metros cuadrados es una de las que mayor superficie tiene, con esa típica imagen de viñedo berciano en el que las vides (con mezcla de variedades tintas y blancas) comparten espacio con almendros, ciruelos y perales. Y llegamos a la tercera parada, El Escambrón, un alto desde donde tenemos una panorámica perfecta de la hoya berciana y la vista nos alcanza hasta Villafranca. Volvemos a bajar por el paraje de La Dehesa para conocer la viña del Tesedillo y del Palomar, del que salieron las uvas para el Demencia Pyjama 2016. «En el 2017 se heló y le está costando remontar», detalla Paloma.

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Paloma en la viña de Las Canales, «la del cementerio», en Villalibre. Foto: TQM
Vistas desde el viñedo de El Escambrón. Foto: TQM
En sus viñas hay cepas de variedades blancas como palomino, doña blanca y godello. Aquí, en el Tesedillo. Foto: TQM
Daños en la brotación de la hoja causados por la aplicación de herbicidas en una viña vecina. Foto: TQM
La uvas de mencía de El Palomar, que fueron en el 2016 para el Demencia Pyjama. Foto: TQM

El proyecto NIM también se escribe REVIVE

Paloma inicio su proyecto en 2016 con apenas 7.000 metros cuadrados y 4.000 cepas, hoy en día cuida de 4,5 hectáreas (3,3 a través del Banco de Tierras del Consejo Comarcal) con 21.500 cepas en recuperación. Así, opta este año a los Premios de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales con la iniciativa que ha dado a llamar REVIVE (Recuperación de vínculos a través de los cuidados de viñedo en el Bierzo), incidiendo en que la desaparición de la viticultura en esta zonas conlleva también «la pérdida de los valores sociales y ambientales que producen estos viñedos, por la biodiversidad que encierran, la historia, las memorias, las personas que implican, la colaboración entre generaciones, la conservación del paisaje o la recuperación de los suelos».

La asociación NIM es la forma de instrumentalizar ese trabajo de recuperación, con la firme creencia en un modelo de viticultura que puede ser seña de identidad del Bierzo y que produce además vinos excepcionales y de calidad. Por ello, la innovación que propone REVIVE es «recuperar y restaurar el paisaje mediante una producción de calidad que valorice el uso de recursos preexistentes, como son las cepas viejas  (por calidad y resiliencia) y los medios de producción compatibles con la conservación del medio ambiente y del paisaje berciano, poniendo énfasis en la provisión de bienes públicos y no en el valor de mercado».

Universidad de Edimburgo

Y es que en la asociación NIM creen que el valor del viñedo viejo va más allá de su valor económico de mercado. Una cuestión por la que se ha interesado la Universidad de Edimburgo. «Hay un proyecto conjunto con la Universidad de Edimburgo, con el objetivo de poner en números el valor social y ambiental del viñedo viejo, atendiendo a una serie de indicadores», cuenta Paloma, que precisa que ya estuvieron a principios de agosto dos investigadores y que llevará varios años, ya que el trabajo de campo será realizado por los alumnos de un Máster de Economía Ecológica.

Paloma considera que el campo, la agricultura y la ganadería son muy valiosos. «Esto implica reconocer y valorar las contribuciones intangibles de la agricultura (servicios ambientales o culturales) y no sólo el producto que finalmente llega al mercado», defiende este ingeniera agrónoma, que insiste en que este tipo de contribuciones suelen estar fuera de la lógica de mercado y, por consiguiente, no contribuyen a la rentabilidad de la agricultura,  especialmente visible en el caso del minifundio por no reflejarse en el precio del producto final. «Pero sí constituyen bienes y servicios públicos como la mejora de la calidad de agua, reducción de emisiones de carbono, incremento y conservación de la biodiversidad, belleza del paisaje…», enumera.

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La botella de NIM by Demencia, un mencía con una larga crianza. Foto: TQM

Nuevos vinos

Tanto la actividad de Paloma en recuperación de viñedo antiguo como la participación de esos grupos de personas en sus cuidados  se materializa en la producción de uva de calidad. Así,  su primera cosecha, en 2016,  se vendió a una bodega de la zona (Demencia Wine). También de la mano de esta bodega sacaron este año su primer vino, NIM by Demencia, un vino elaborado con las uvas de mencía de El Covallón y El Escambrón, las únicas que no se helaron en aquel fatídico 2017, con una larga crianza en barricas.

Y ahora ya hay «en mente» nuevos vinos, con la colaboración de otras bodegas bercianas. Por un lado, Vinos Cantariña propone elaborar un blanco con las uvas de doña blanca, palomino y godello de cinco parcelas diferentes. Por otro lado, Descendientes de J. Palacios también se sumará con un vino tinto, mezcla de las uvas de dos parcelas de Villalibre y Santalla. Ricardo Pérez Palacios es socio de NIM y defiende que es necesario que «un proyecto tan bonito» como este se materialice en un vino, para darle visibilidad y seguir su desarrollo lógico. «Son dos viñas muy diferentes, una con poca uva y muy concentrada tras años de abandono y otra más trabajada y con más producción», puntualiza Ricardo, que apuesta por su elaboración durante varios años para «encontrarle el punto» y ver cómo evoluciona ese vino.

Por otro lado, Paloma también señala la colaboración de otra bodega, Michelini i Mufatto & González, que se materializará -aún no sabe si en forma de vino o a través de otro tipo de actividad- próximamente.

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