«El Bierzo es una región que es un tesoro vitivinícola del viejo mundo absoluto y decir eso es decir muchísimo, es decir que los mejores viñedos del mundo están aquí». Esa fue una de las reflexiones que el prestigioso enólogo y bodeguero Álvaro Palacios realizó durante la presentación de las Jornadas Gastronómicas del Bierzo, de las que este año es mantenedor. «Lo que hay aquí no es una nueva viña plantada en un nuevo país de vino con variedades francesas o de otro lugar produciendo réplicas. Esto es una pieza original del viejo mundo», añadió Palacios, que lamentó el «olvido» al que han estado sometidas un centenar de regiones de vino en España durante el siglo XX , prácticamente todas menos Rioja.
Precisamente ahí están los orígenes de Álvaro, dentro de una familia dedicada al vino por cinco generaciones en la localidad riojana de Alfaro. Formado en en Francia -estudió enología en la Universidad de Burdeos- e inquieto, con apenas 24 años decidió dejar la empresa familiar -«que no la familia», precisó- y poner en marcha su propio proyecto en Priorat (Tarragona), con el cuál obtendría grandes reconocimientos y convertiría a su vino L’Ermita en un vino de culto.
«Cuando dejé la empresa familiar y me fui a Priorat, para subsistir vendía a las bodegas entre semana barricas de una empresa de tonelería del pueblo y venía por el Bierzo a vender por las bodegas y también a la cooperativa de Camponaraya, recuerdo. Me quedaba fascinado por esta región por los vinos, por los paisajes vitivinícolas, por el arraigo de su cultura del vino y ese entorno de viñedos pintados que son como una acuarela», recordó.
Con su sobrino, Ricardo Pérez Palacios
Y así llegó diez años después a Corullón junto a su sobrino, Ricardo Pérez Palacios, en 1999. «Vinimos los dos enamorados previamente y por separado de esta zona en nuestros viajes previos», apuntó Álvaro. Él mientras vendía barricas por la comarca y su sobrino cuando iba camino de una boda en Galicia. «Había mucha niebla y paró por aquí, vio las viñas de la zona de Corullón y yo creo que también le recordaba a Francia, él también se formó allí», nos contó.
“Venimos de Rioja, buscando alternativas y aprovechando lugares con viñedos buenísimos, especialmente en aquella época en la que había que ir a Ribera de Duero y Toro, pero nosotros nos educamos en Francia y tenemos un gusto por los ‘gran cru’ franceses y en el Bierzo siempre habíamos visto que había ese perfil de vino finísimo, de vino atlántico y septentrional, de mucha elegancia y de un perfil muy especial y con una personalidad única. Somos valientes y no nos importaban las laderas, ya veníamos del Priorat, donde también son todo laderas de pizarra como en Corullón”, añadió Palacios.
Así, el enólogo destacó el carácter de la viña berciana «con una afinidad única con el entorno», el valor de la mencía y la hospitalidad de sus paisanos. «Tenemos tanto que agradecer a esta región que nos lo ha dado todo», apostilló Álvaro, que quiso empezar por su gente y especialmente a la familia Pérez (Castroventosa), a Raúl y a su madre Maruxa «que nos abrieron las puertas de su casa para hacer nuestros primeros vinos», y del primer al último viticultor, desde los de Corullón a aquellos a los que les compran las uvas en el valle.
Bierzo, «valor incalculable»
Álvaro Palacios insistió en el «valor incalculable» de los vinos y las viñas viejas «que ojalá podamos preservar». «Hay tesoros del nivel de los mejores ‘gran cru’ de Francia y de los mejores ‘piamontes’ (Italia) y de repente hay alguna viña que está tocada por un don divino. Eso pasa sólo en estos lugares donde hay una tradición que sabemos que es milenaria», recalcó, recordando el Bierzo como «vergel romano» y el peregrinaje de «monjes borrachos» que iban y venían de Santiago de Compostela.
En el Bierzo siempre habíamos visto que había ese perfil de vino finísimo, de vino atlántico y septentrional, de mucha elegancia y de un perfil muy especial y con una personalidad única»
Así, el prestigioso bodeguero se atreve a decir que no es, como ha oído decir alguna vez, que fueron los franceses los que trajeron la variedad mencía a esta zona. «Yo creo que la mencía se la llevaron ellos de aquí a Francia» y que «posiblemente sea fuente de grandes vinos en Burdeos». «Ese es mi libro y cómo no hay libro escrito, yo puedo escribir en el lo que quiera», bromeó. Y es que reconoce que el siglo XX ha dejado a España llena de complejos pero, ahora, «viajas, vas por el mundo y te quitas todos esos complejos, pruebas unos vinos y otros y sabes que puedes estar a la altura de los grandes».
Con potencial para seguir creciendo
Como uno de los responsables del «despertar» del Bierzo con la bodega Descendientes de J. Palacios, Alvaró destacó que el reconocimiento a esta denominación de origen ha sido muy rápido y que hasta el reconocimiento de la variedad mencía se ha colocado por encima de la región. «Se nos ha ido hasta Ribeira Sacra y hay como una competición entre las dos y eso es buenísimo», apostilló. Por ello, entiende que el Bierzo tiene que demostrar que tiene «ese potencial con mayor influencia comercial por su situación estratégica e histórica».
«El Bierzo está subiendo y todavía tiene que subir mucho más, tiene mucho por hacer», recalcó. Y para ello cree que es importante que se incorporen al campo más productores y viticultores jóvenes que cuiden de las viñas viejas que quedan y que planten de forma tradicional. «Hay que recuperar la viña, esas joyas con una afinidad única con el entorno natural y, sobre todo, tiene que volver la gente al campo porque es la mejor forma de vida», insistió.
Hay que recuperar la viña, esas joyas con una afinidad única con el entorno natural y, sobre todo, tiene que volver la gente al campo porque es la mejor forma de vida»
Mejorar cada año
Eso es lo que él y Ricardo pretenden en su bodega, ubicada en el alto de Corullón y diseñada por el arquitecto Rafael Moneo, con la que han demostrado su firme compromiso con el Bierzo. «Nosotros tratamos de mejorar cada año», confesó Álvaro, que destacó la importancia de escuchar a la gente mayor y valorar su conocimiento sobre ese cultivo y esa tierra. «Nosotros hablamos con la gente mayor de Corullón para que nos enseñen cómo mantener el porte de esas viñas, que son complicadas, que nos expliquen como hacer la poda y cuidar ese cultivo», recalcó.
Estamos volviendo a la tradición de esas viñas que tienen blanco y utilizarlo en el ensamblaje de los vinos, consiguiendo vinos con mucho más refinamiento, más encanto y más clase»
Con La Faraona 2014 llegaron a lo más alto el año pasado, los 100 puntos en la lista de Robert Parker (The Wine Advocate), y su ambición es seguir en esa línea de grandes vinos. Para ello también ha visto lo que hay en la viña berciana y se han fijado en la tradición. «En la viña del Bierzo están mezcladas variedades blancas y tintas. Eso daba lugar a que la gente tomaba vinos de diferentes perfiles y texturas, más contundentes o más refrescantes», explicó Álvaro. Ellos al principio no utilizaban la uva blanca para hacer vinos más rotundos, tánicos y oscuros, «que eran un poco la moda».
En la últimas diez añadas ya han empezado a seguir la tradición berciana e introducir hasta un 10 por ciento de uva blanca en la elaboración de sus tintos. «Estamos volviendo a la tradición de esas viñas que tienen blanco y utilizarlo en el ensamblaje de los vinos, consiguiendo vinos con mucho más refinamiento, más encanto y más clase», añadió.
Jornadas Gastronómicas del Bierzo
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